PERIODISMO Y POLÍTICA

Por una mala o desviada interpretación del valor de la noticia, se viene desbordando todo límite ético y profesional con fotos y videos que ofenden tanto a las personas como a la memoria de las víctimas, el dolor de la familia y la sensibilidad pública.

Los medios acogen como “éxito” tales vistas; en su euforia y competencia comercial salpican la sangre que exhiben sin piedad ni consideración alguna.

La intimidad, la familia, el niño y el joven son objeto de cautela, así como los derechos humanos. No debe de haber sensacionalismo, las informaciones sobre violaciones, asesinatos, suicidios, tragedias, dramas y otros hechos no condicen con el periodismo ético, tal como se están difundiendo, en donde la miseria humana gana titulares sin desmedro de lo que debe ser el periodismo.

Debe existir un propio autocontrol del medio responsable. En la radiodifusión y en la televisión hay una penosa renuncia a la libertad; se someten al cautiverio del poder político y a la prebenda a cambio de avisaje oficial. La ética pues no funciona.

Con la finalidad de afianzar cada vez más la credibilidad de la prensa en la opinión pública, así como para cautelar la vigencia de las libertades de la información, expresión, opinión y de la libre empresa periodística hay que generar el compromiso de los medios de contribuir a elevar el nivel de la ética y responsabilidad periodística, así como brindar información justa e inherente al ejercicio del periodismo.

Consideramos fundamental contribuir a mantener la inocencia de los niños y evitar difundir hechos que pongan en riesgo a la niñez y a la juventud. Si es indispensable informar, hacerlo con la mayor mesura posible. Más vale silenciar muchas noticias escabrosas -aunque “jalen” público, mejoren el “rating” y vendan más-. Basta una que informe sin dañar.

Ningún periodista ni medio deben aprovecharse de la incultura ni de la proclividad a lo morboso. Es inmoral propender a una mayor difusión y elevar el “rating” explotando los instintos, la pornografía, las aberraciones, la privacidad, la intimidad y cualquier otro acto que ofenda la dignidad de la persona, así como el prestigio de la profesión de periodista y del medio.

No hay derecho que se incline la cerviz ante el poder de turno por un puñado de monedas y se manipule a la opinión pública o se rinda pleitesía a políticos delincuentes e incapaces.

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