Tal cual he venido insistiendo en esta columna, los cambios en el gabinete eran inevitables para tratar de calmar la incertidumbre en los mercados, estabilizar la economía y favorecer la gobernabilidad.

Semanas atrás, a través de este espacio, le envié un mensaje público al primer mandatario de la Nación, para que revalúe la composición de su gabinete ministerial, debido a su evidente falta de experiencia política, su, ausencia de credibilidad frente a la opinión pública y sobre todo, por los serios cuestionamientos frente a la administración de justicia a nivel policial, fiscal y judicial, que empañaban la imagen de varios de sus integrantes.

Bellido, pagó con su cargo el precio de sus arremetidas contra el propio presidente y de sus amenazas contra Camisea, que levantaron una peligrosa ola de posibles estatizaciones que se veían venir. Ahora se inicia una nueva etapa, en la que el Congreso debe ser muy cauteloso para procurar mantener la estabilidad que el Perú exige a su clase política.

La era Bellido quedó atrás; su permanencia en el premierato era insostenible. Sin embargo, el escenario político sigue revuelto; la caída de Bellido ha fraccionado a la bancada parlamentaria de Perú Libre y cierto grupo comienza a ejercer presiones, amenazando con desconocer la nueva composición ministerial. El Congreso no puede caer en ese juego; como institución tiene una responsabilidad histórica por el ser el primer poder del Estado democrático.

Pese a todo este escenario mediático y político, la ciudadanía debe mantenerse activa. Exigir que la clase política gobernante comience a recuperar la tranquilidad de los inversionistas, de los organismos internacionales y de todos los peruanos.

Finalmente, esperemos el momento en que este nuevo gabinete ministerial se consolide y se ponga a trabajar en beneficio del país y no en función a intereses personales o partidarios. Hasta la próxima semana.

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