LA IGLESIA CATÓLICA NO ME REPRESENTA

El último domingo le cursé un correo a Monseñor Miguel Cabrejos, Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, el lunes me comuniqué con ellos y al no obtener resultados de la oficina de prensa, pedí hablar con el Secretario General Adjunto, quien muy gentilmente aceptó mis sugerencias y me puse a disposición de ellos de manera ad honorem para redactar el pronunciamiento, en ningún momento se habló de carta.

Es así que me pidieron la argumentación constitucional y jurídica, ya que me informaron que… “no había asesor legal”.

En la tarde me cursaron la carta dirigida a La República y mi sorpresa fue mayúscula, ya que el segundo párrafo de la misiva es de mi autoría, lo demás… deja mucho que desear, empezando por el lenguaje inclusivo que no era necesario.

Muy a mi pesar, los representantes de la Iglesia Católica en el Perú, no me representan, desde el momento que no han tenido el coraje de ser mucho más concretos en una carta que más parece hecha por compromiso, basta leer el primer párrafo, ameritaba un comunicado o pronunciamiento.

La Constitución Política, en el Artículo 2, prevé que “Toda persona tiene derecho:”, inciso 3 “A la libertad de conciencia y de RELIGIÓN, en forma individual o asociada. No hay persecución por razón de ideas o creencias. No hay delito de opinión. El ejercicio público de todas las confesiones es libre, SIEMPRE QUE NO OFENDA LA MORAL ni altere el orden público”.

La Iglesia Católica está dotada desde sus inicios del derecho canónico, el cual constituye su ordenamiento jurídico, por lo tanto, la Conferencia Episcopal Peruana debió honrar tajantemente a la feligresía y hacerse respetar.

Cada uno es libre de creer en tal o cual religión o ser ateo; el Perú es eminentemente católico. Como hombres de bien, tenemos la obligación moral por Derecho Natural de respetarla.

El Código de Ética Periodística en su Artículo 5 preceptúa “Independientemente de la religión o creencias que se profese y aún si se declara agnóstico, el periodista está moralmente obligado en su ejercicio profesional a honestar a Dios y los dogmas. Es su deber respetar las creencias religiosas aunque no las comparta”.

Como católico las disculpas publicadas en el citado medio, simplemente no las acepto. Dios y la Virgen María saben lo que hice y eso es más que suficiente para mí.

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