CUARTO PRINCIPIO ESPIRITUAL: POLARIDAD

El cuarto Principio denominado «Polaridad» nos recuerda que en este planeta llamado Tierra, se caracteriza por la presencia de la Dualidad, es decir, todo lo que existe tiene dos lados, dos aspectos, dos polos, un par de opuestos con diferentes grados entre ambos extremos. Por ejemplo, tenemos la luz y la oscuridad, el calor y el frio, este y oeste; bueno y malo; sur y norte; y, entre ambos extremos existe una gama de matices. Desde la antigüedad, el hombre ha reconocido este principio y ha tratado de expresarlo con algunos dichos o aforismos como: “Todo es y no es al mismo tiempo”; “todas las verdades no son más que medias-verdades”; “toda verdad es medio-falsa”; “Todas las cosas tienen dos lados”; “siempre hay un reverso para cada anverso” entre otro. Precisamente, nuestro aprendizaje es encontrar el justo medio entre ambos extremos. Veamos otro ejemplo, frio y calor son dos extremos de la temperatura, la única diferencia entre ellos es el grado en que se manifiestan. Cuando el termómetro marca grados menores, tenemos la sensación de frio; mientras, que, si marca grados mayores, tenemos la sensación de calor.

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Las enseñanzas herméticas dicen que los opuestos son los mismos, difieren en grados, por lo que se pueden conciliar, reconociendo este principio de polaridad. Así, por ejemplo, la materia y el espíritu, son polos de la energía en diferentes grados de vibración. Si pasamos al plano espiritual, la mente o conciencia infinita y la mente finita es lo mismo, al igual que el TODO y los otros, somos lo mismo, la diferencia radica en el grado de manifestación mental. Recordemos el primer principio, Dios es TODO, lo finito e infinito, sino no sería TODO. Es lo único ABSOLUTO. En el plano físico, todo es relativo (“semiverdades”) y así lo reconoce la ciencia. El taoísmo recoge este principio en el yin y yang, para referirse a dos fuerzas fundamentalmente opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. Lo que nos quiere enseñar que nada es fijo o absoluto, en otros términos, nada es 100% blanco o bueno, nada es 100% malo o negro, porque en el corazón de cada uno (blanco/negro) siempre vamos a encontrar un pequeño porcentaje del otro (negro/blanco). Precisamente, la relatividad de lo existente, es lo que permite reconciliar los extremos. Si aplicamos este concepto al ser humano, este principio nos permite comprender, que gracias a que todo es relativo, y nada es fijo, pasar de un estado mental a otro (lo que se conoce como transmutar). Las cosas de diferente clase no pueden transformarse unas en otras, pero si las de igual clase. Así, por ejemplo, el calor puede cambiar a frio, las cosas duras pueden pasar a ser blandas, el valor puede transmutar en miedo, la persona cobarde puede llenarse de valentía, o el perezoso puede volverse activo. Este principio nos enseña, que dentro de una misma cualidad podemos situarnos en cualquier grado que elijamos, por ello decimos, situarnos en el justo medio para cada uno. Otra aplicación práctica de este principio se da en las relaciones humanas, cuando existe un conflicto entre dos personas, como pareja, padres e hijo, jefe y colaborador, entre otros, cada uno expresa una “semiverdad” o lo que llamamos, “su propia verdad”, que es su forma personal de percibir e interpretar las cosas, por lo que se hace necesario reconciliar las “semiverdades” para llegar acuerdos. Cada una de las partes es responsable del cincuenta por ciento, porque cada uno tiene razón dentro de lo que es “su verdad”, pero no es la verdad absoluta, aunque aparentemente uno de ellos parezca culpable y otro inocente.

En cada uno de los tres grandes planos físico, mental y espiritual, los dos polos pueden ser clasificados como negativo y positivo respectivamente. Lo que no quiere decir bueno o malo, solo son dos formas de nombrar los polos.

Una pregunta que surge ¿Cuál es la razón por la cual debemos aprender a armonizar los opuestos? La respuesta es sencilla: encontrar la unidad en todo. Debemos aprender a reconocer que el «culpable» también es inocente; que nadie es tan bueno ni tan malo como parece; que nada es tan lindo o tan feo como lo catalogamos; que nada es tan caro o tan barato. Cuando nos ejercitamos para encontrar la unidad en todo, obtenemos paz. Recuerda espíritu y materia son los dos polos de la energía, cuando encontramos el justo medio encontramos paz. En otras palabras, no se puede vivir feliz en el mundo material sin tener espiritualidad y no se puede ser espiritual si no se tiene orden en el mundo material. Los dos extremos necesitan ser conciliados para lograr una vida armoniosa. Lo único que no tiene opuestos es el Amor de Dios, que es incondicional, permanente y sanador.

El próximo domingo seguiremos con la saga de las leyes espirituales, hablaremos del principio de ritmo, ¡no te lo puedes perder!

Carmen Lescano Silva

Profesora de Yoga, Ayurveda

Coach Ontológica.

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