YAN KEN PÓ
Miércoles (10.00 a.m.) En tiempos de pandemia generalmente los colegas van manejando sus unidades con el rostro adusto, atentos a responder (y no de la mejor manera) a cualquier actitud de quien se le cruce enfrente, pero también existen choferes muy graciosos como el que les describo a continuación:
Voy por la Av. Eduardo de Habich y al girar hacia la izquierda rumbo a la octava comisaría, me encuentro a mitad de pista con un pintoresco colega y su copiloto.
A simple vista se notaban que eran payasitos, porque aún tenían rasgos del maquillaje que los caracteriza. Igual, estábamos parachoques contra parachoques a mitad de un carril que era para que yo pase. Nos quedamos mirando y él empezó a sonreír y juntó sus manos en señal de oración igual que su copiloto, parecían siameses. Cada cosa que hacía uno lo repetía el otro de manera sincronizada.
Yo tenía espacio para retroceder y darle pase, pero estaba en mi zona preferencial y esperaba acción de parte de los dos payasitos que tenía al frente.
Ambos pusieron su cara de tristeza y hacían gestos con la mano como si estuvieran llorando. Yo empecé a sospechar que estos graciositos no querían retroceder y estaban tratando de manejar mis sentimientos a su favor.
Hasta que en un momento dado ambos se miraron y empezaron a jugar el popular YAN KEN PÓ y luego giraron y me señalaron. De inmediato entendí que estos bufones querían jugar a la suerte el pase a ver quién retrocede.
Yo, que también en algún momento quise ser clown, asentí y aliste mi mano. Lo gracioso fue que el joven chofer empezó a aplaudir desenfrenadamente y su copiloto cruzó sus brazos y se puso muy serio y me miró como poniendo cara de notario. Yo empecé a sonreír ante todo este inusual reto.
Llegó el momento de jugar y batimos tres veces la mano hasta que el “notario” levantó su brazo y apuntó con el índice como diciendo: ¡YA! Yo saqué tijera y el payasito del frente sacó un puño. ¡PERDÍ!
No pude contener la risa cuando veo que ambos personajes empiezan a abrazarse y consolarse en señal de triunfo y luego me pusieron al unísono un gesto con sus manos como diciéndome: ¡YA, COMPADRE, PARA ATRÁS, PARA ATRÁS! (Risas)
Por el retrovisor me percaté que no había ningún auto detrás de mi “Negrito” y empecé a retroceder lentamente a la par que giraba hacia un descampado jardín. Lo hilarante fue cuando pasaron por mi lado y sonriendo de oreja pusieron sus pulgares sobre sus orejas estirando la mano en señal de burla sana. Yo seguía riéndome y me puse a pensar en estos tiernos payasitos que de seguro iban a alegrar la vida de muchas personas… Cosas que solo a mí me pasan… Sigo en la vía.
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