TODO LO QUE CAE, SUBE

En esta columna se han expuesto muchas anécdotas ocurridas en las vías, todas con un sabor humano. Hoy les narro una que realmente me sobrecogió.

Viernes 7.00 a.m. Salgo puntual a un servicio acordado días previos. Había que llevar a una cita médica a la esposa de un gran amigo de años.

Bajan mis dos clientes y nos vamos rumbo un centro médico en San Miguel. El camino fue ameno y por tal motivo se hizo muy corto.

Llegamos sin contratiempos y empezó la espera. El servicio era de ida y vuelta. Miro a mi amigo y le digo: “¿Más o menos cuánto esperamos?”, mira Carlitos, será aproximadamente una media hora aprox, me responde.

¿En todo ese tiempo qué iba a hacer?, pensé. Fue en ese momento en que mi cliente-amigo me propone ir a tomar desayuno. Acepté porque en verdad estaba con bastante apetito (como siempre. Je).

Como todo chofer añejo, siempre uno conoce los huariques, sobre todo en tiempos de pandemia, así que le propuse un lugar con estrictos protocolos sanitarios. Fuimos y nos pedimos una suculenta patasca al estilo huanca. Riquisisíiiiisimo.

Al momento de pagar mi amigo-cliente me hace un gesto y me indica que él pagaría la cuenta. Acepté a condición que se descuente del costo del servicio. ¡Bueno!, respondió.

Nos quedó aún unos minutos antes de ir por su esposa y pasamos por una tienda donde aprovechó de hacer algunas compras.

Llamó la esposa a indicar que en 5 minutos saldría y allí me contó lo siguiente: “Carlos, yo me siento muy contento de poder haber compartido un desayuno contigo y seguir agradeciéndote por todo lo que hiciste por mí. Fueron dos años de no poder conseguir trabajo y tú lo sabes. En ese tiempo sentí que no solo eres mi amigo, sino un hermano. Hoy te puedo contar que tengo un buen trabajo y acabo de ser nombrado jefe de área con cinco personas a mi cargo. En realidad me quedo corto en devolver todo tu apoyo brother”.

Medité por 10 segundos en toda esa expresión de agradecimiento y me alegré de su actual situación. Conseguir trabajo en tiempos de pandemia es una bendición, claro que sí.

Mi respuesta fue concisa: “Mira Juancito, lo que hice por ti también lo haría con otra persona, porque así fui formado. Aplaudo el éxito de otra persona y más aún cuando se trata de un gran amigo y hermano a la vez”. Un golpe de puño selló nuestra inquebrantable amistad.

Fuimos a recoger a su esposa y en el camino iba pensando las noticias tan gratas que nos ofrece la vida, como ésta. Llegamos al punto destino y a mi retorno al siguiente servicio fue otra cosa: compartí lo recaudado con una joven madre de familia que cargaba a su pequeña. Tuve que valerme de un niño para alcanzarle el obsequio. Y es que estas experiencias te cambian la vida y te hace más solidario aún, tuve muchos servicios y dupliqué mis ingresos… Sigo en la vía.

Suscríbete a nuestra versión digital AQUÍ

Sigue al Diario Extra en sus redes sociales de FacebookTwitter e Instagram.