¿QUÉ PASÓ CON TU CARRO?

A veces resulta beneficioso escapar de la rutina para no caer en el marasmo de la cotidianidad. Opté por ello, y resultó sorprendente el resultado.

Miércoles (9 a.m.) Me levanto como de costumbre y al tener pocos pedidos para entregar decidí tomarme un día libre: Libre del “Negrito”.
Quise sentir el frescor de la mañana y respirar aire puro que solo brinda la naturaleza de un parque cercano a mi domicilio.

Me alisto, saco las dos mascarillas y el protector facial. Me animo a visitar a mi nieto y doy aviso en casa que voy a salir pero sin mi compañero “Negrito”. La respuesta preocupada fue: ¿Ha pasado algo con tu carro? Expliqué que deseaba caminar y bla, bla.

Salí y realmente es otra cosa. La gente en la calle, los pajarillos revoloteando en los árboles, el corretear de los niños en la vía, era algo que realmente extrañaba. Un encanto.

Llamo a mi hija para informarle mi decisión de ir a ver al engreído pero sin llevar carro y nuevamente la pregunta preocupada: Papito, ¿ha pasado algo con tu carro? (¡Plop!)

Subo al ómnibus (porque por pandemia solo tomo esa unidad grande de transporte) y la cobradora, luego de recibir mi moneda, me dijo: “Señor agarre su boleto y bendiciones. Que tenga un buen viaje”… más que cobradora parecía una aeromoza por las palabras tan amables que utilizó. Me alegró el viaje y seguí rumbo a la casa de mi hija.

Cuando llego, camino y un vecino de aquellos lares me reconoce: ¡Hola, Carlitos! Cómo estás mi hermano… un ratito ¿y tu carro?.. ¿pasó algo brother?… (¡Replop!) allí fui de nuevo con la explicación.

Y es que resulta sorprendente que a uno lo vinculen tanto con una máquina que por un momento me sentí un autobot (mitad carro, mitad humano) y esto seguro se debe que a través de estas columnas y mi seudónimo de REPORTERO AL VOLANTE ya para mis familiares y conocidos les resulta algo fuera de lo común verme como peatón.

Luego de la visita al angelical travieso, retorno a casa para seguir con mis quehaceres y decidí caminar un largo trecho para disfrutar de las ocurrencias de la calle.

Tomé nuevamente la unidad de transporte y llegué en un ¡triz!

Ingreso por el lado de mi cochera y veo a mi “Negrito”, mi cómplice de travesías, mi apoyo en las emergencias y mi amigo de fierro en esta pandemia que solo atiné a darle unas palmaditas sobre el capot y decirle: “Ya vez amigo, siempre te dije como la letra de la inmortal canción de Oscar de León. Tú y yo somos dos en uno”. (Risas)… Sigo en la vía.

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