Los problemas en el país, definitivamente, han generado una crisis política, social y económica sin precedentes en las últimas décadas de nuestra historia republicana. El fracasado y fallido autogolpe presidencial, fue neutralizado por la firmeza de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, el Ministerio Público, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y el Parlamento, que se mostraron en contra y no acataron la fallida medida dictada por el hoy preso Pedro Castillo; la crisis continuó con la vacancia presidencial, la detención del expresidente, la inmediata sucesión presidencial, las protestas, el vandalismo y hoy, el asilo político concedido por el gobierno de México a la familia del exmandatario, que le ha costado la expulsión de su embajador en el Perú, en medio de una temprana renovación del gabinete ministerial de la presidente Boluarte.

Definitivamente, esta crisis opaca la celebración de la gran conmemoración cristiana, debido al problema moral generado por el nefasto gobierno de Castillo y de ciertos sectores de la clase política que han demostrado su incapacidad para conducir a la nación y gobernar al Perú. Quedó confirmado, como lo dije en anteriores columnas, que nunca existió un plan de gobierno y que el expresidente no supo enfrentar los escenarios políticos adversos; sin mencionar la vergonzosa situación legal en la que se encuentra, no solo por el truncado autogolpe, sino por las siete carpetas fiscales abiertas en su contra por los presuntos actos de corrupción destapados durante su mandato.

Por otro lado, se ha aprobado en el Congreso, el adelanto de las elecciones generales para el mes de abril de 2024, con el consecuente recorte del mandato presidencial y parlamentario, estando pendiente su votación en una segunda legislatura; la pregunta es ¿Existirá un candidato idóneo para reconducir al Perú hacia el camino de la salvación nacional con crecimiento, estabilidad, paz social y la unidad entre los peruanos? Es un reto que, de no alcanzarse, generaría nefastas consecuencias para el país.

En medio de todo este panorama sombrío, el pueblo peruano debe sobreponerse y vivir a conciencia la Navidad, para encontrar en esta fecha un profundo momento de reflexión y solo así, todos nos daremos cuenta, que, en medio de esta crisis nos queda la sensación de paz y de alegría que la Navidad genera en cristianos, no cristianos y en toda la humanidad; por más convulsión que exista, el espíritu de la Navidad es lo que debe alentar la esperanza en todos nosotros y devolvernos la fe en el futuro. ¡Feliz Navidad, Perú! Hasta la próxima semana.

(*) Abogado

ivantorreslatorre05@gmail.com

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