Con una mano

Con una mano

El nivel de delincuencia que atraviesa nuestro país está sobrepasando límites. En todo momento uno tiene que estar atento para no caer víctima de los malhechores que han convertido Lima en una capital insegura.

Viernes (10.00 a. m.). Luego de dejar a un pasajero en el Hospital Loayza, me dirigí rumbo norte y, al bajar por el Jr. Ica, siento que una de mis llantas empezó a sonar. Mi “Negrito” empezó a inclinarse hacia el lado derecho y no pasó ni un minuto para que un transeúnte me señalara la llanta que presumía se había bajado: “Maestrito, su llanta está en el suelo”, me alertó el amable joven, al quien agradecí con un like manual.

Ni modo, a cuadrar y cambiar la llanta. Felizmente me ubiqué frente a una tiendecita para tener más compañía porque me encontraba en una zona algo desolada y peligrosa. Yo estoy acostumbrado a cambiar llanta, así que no fue para mí mayor problema hacer este ejercicio que todo buen conductor debe dominar. Lo único que me preocupaba era la zona, donde pasaban sujetos de miradas sospechosas. Felizmente, el cartel de PRENSA los intimidaba, según mi parecer.

Cuando ya estaban aflojados los pernos y la llanta al aire para sacarla, hago el esfuerzo de extraer el neumático con ambas manos, cuando de pronto siento que algo se incrusta en mi mano izquierda. ¡Auch!

Por lógica deduje que si algo se había incrustado, era obvio que si quería retirarlo tenía que mover mi mano en sentido contrario. En efecto, eso hice y salí del apuro. Era evidente que la cantidad de sangre indicaba un corte serio, tanto que la señora de la tienda se dio cuenta y salió para auxiliarme. Me trajo alcohol, gasa y agua de mesa. Muy amable la doña, me atendió la hemorragia como una experta enfermera.

Tuve que hacer un torniquete utilizando varias mascarillas que siempre porto en mi guantera, felizmente detuve el sangrado. Ahora venía el dilema: ¿cómo cambiar la llanta con una sola mano? La señora que me atendió era muy mayor como para ayudarme, así que invoqué a Dios, la Virgen y mi padre que siempre me decía: “PARA TODO HAY SOLUCIÓN, SÉ CREATIVO”

Ni un solo policía, ni serenos. Así a sacar los pernos con mano y pierna. Una sola mano en acción y pude sacar la llanta y no solo eso, también asegurarla como se debe. En esos momentos comprendí lo difícil que resultaba hacer las cosas con una sola extremidad. Pero salí airoso del reto.

Fui de inmediato al llantero de confianza que tengo y ubicó lo que produjo este impase: Una cuchilla de licuadora doblada, con el fin de perjudicar a los choferes de noche y robar. Gracias a Dios me ocurrió de día y pude contarlo. Tengan mucho cuidado, colegas taxistas, quizás habría que incluir el uso de guantes al momento de extraer una llanta pinchada… Sigo en la vía.

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