LA SANTA PACIENCIA

La intemperancia trae consigo algunos impasses como los que a continuación detallo.

Viernes 11.00 p.m. Llego a casa para gozar de un merecido descanso luego de los innumerables deliverys realizados durante el día, cuando de pronto veo a una persona merodeando por mi parqueo.

Al acercarme compruebo que se trataba de un vecino que estaba furioso y el motivo no era menor: en la puerta que daba acceso a su cochera habían estacionado una camioneta de gran tamaño.

Al darse cuenta de mi llegada me saluda y me informa el motivo de su natural enfado. Me explicó el reclamo cuando de pronto aparece el “encargado” del parqueo barrial. Ustedes no se imaginan la que se armó… ¡Ayayay!  un tole tole de tamaña envergadura donde no faltaron los insultos y bravatas que pronosticaban mal final.

Yo era un simple testigo de esa trifulca verbal que tenía connotaciones de un ring de box. Quien reclamaba sustentaba a voz en pecho su caso y el receptor solo atinaba a decir: “Pero cálmate, no es para tanto”.

Al notar que el acuerdo estaba demasiado lejos, opté por ingresar a mi casa y esperar en la  traspuerta el desenlace de ese pugilato. Al cabo de unos minutos llegó el dueño de la camioneta y el reclamo se volvió aún más feroz. Yo solo estaba atento para separarlos y poner, el mismísimo estilo del genial “Mono” Alex Valle, mi aporte de: LA SANTA PACIENCIA con el riesgo casi seguro que me iban a mandar bien lejos por mi mediación.

Felizmente la racionalidad y el diálogo echaron agua al fuego y las cosas se calmaron.

Lo curioso de esta anécdota es que a dos días de ocurrido este infausto incidente a este apacible y solidario servidor le pasó algo muy parecido pero con la reja barrial.

Contaba con tan solo unos minutos para ir a casa recoger una encomienda y asearme. Al llegar noté que las rejas estaban cerradas y con el candado puesto. Aparte de recoger el encargo yo tenía la urgencia de alcanzar a los SS.HH. Dejé mi “Negrito” estacionado en la esquina y corrí a buscar al responsable de haber cerrado las dos rejas de acceso.

Admito que se me apoderó el enojo y proferí  denuestos que casi toda la cuadra se enteró de mi boquita de caramelo. No controlé mi ira verbal. Gracias a Dios el encargado salió como flash a abrirme la reja casi en paños menores. Hizo bien porque si me decía algo yo no sé si hubiera aceptado de él un CÁLMATE Y RECUERDA LA SANTA PACIENCIA… Cosas que pasan en el barrio pero fueron superados y solo quedó en el anecdotario barrial… Sigo en la vía.

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