GATA SALVADORA

Esta pandemia ha obligado a muchas damas a utilizar sus vehículos para ir más protegidas a laborar y con ello también se han incrementado los percances. Aquí uno de ellos.

Miércoles 07.00 a.m. Como es mi costumbre, una vez a la semana voy al grifo cercano a mi casa para medir la presión de aire de las llantas de mi “negrito” siguiendo los consejos de mi padre quien siempre decía: AGUA, ACEITE (de motor y frenos) y siempre, hijo mío, LAS LLANTAS.

Estando controlando la última noto que a pocos metros una señora estaba pasando apuros.

Se le había pinchado un neumático e iba triturando la pobre llanta en busca de un local donde repararlo.

En su paso lento pero llamativo por el chasquido que hacía el neumático, un señor se le acerca y le dice: ¡Señora, su llanta está en el suelo! (lógico, pues) y la dama solo con señas le indica que ya lo sabía. ¡Obvio!

Como ya había terminado de nivelar mis llantas subí a mi “negrito” y lo cuadré metros adelante con el fin de ayudar a esta señora.

Felizmente ya estaba detenida y pongo mi auto delante del suyo. Cuadro, apago y bajo: “Señora, disculpe, hay un llantero en la siguiente cuadra, pero le recomiendo que no vaya mordiendo la llanta porque la está matando”.

La dama baja su luna a la mitad (mascarilla bien puesta y doble) y me dice con esfuerzo: “Gracias, señor, ¿pero Ud. cree que podré llegar?” Hummmm, mi respuesta inmediata fue ¡No!, pero ¿tiene llanta de repuesto?

Sí señor, pero no me atrevo a ponerla.

Lógicamente me dijo esto porque me vio con intenciones de cambiársela y, ni modo, me ofrecí.

Abrió su maletera posterior y busqué sus herramientas. La llanta de repuesto servía, pero la gata la verdad que no levantaba ni mi peso. Son de aquellas gatas mecánicas tipo escuadra que alguna vez tuve y no me sirvió porque se doblan a la primera.

Le dije honestamente: “Señora, esa gata que tiene no sirve para su auto. Espéreme un momento”.

No esperé su respuesta y enrumbé hacia mi “negrito” a sacar EL LAGARTO, gata naranja que levanta bastante peso y que estoy acostumbrado a usar.
La señora estaba prendida de su celular y ya había recuperado su sonrisa.

En dos patadas saqué la llanta e hice el cambio. La gata LAGARTO se portó de maravillas y pude salir del auxilio.

Acomodé todas las cosas en su lugar, la dama no había bajado para nada de su auto y me dijo directamente: ¿Cuánto le debo, amable señor?… Me puse a pensar y dije: “Distinguida señora hoy fue su día de suerte porque a esta hora hago ejercicios y esta cambiada de llanta me ha servido bastante, vaya nomás, pero por favor: CÓMPRESE UNA GATA LAGARTO”… Sigo en la vía.

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