FIDELIDAD Y OSADÍA

Las pistas de Lima son una caja de pandora, no se sabe con qué cosas se puede uno encontrar en el camino. Hoy vamos con dos historias.

Viernes (10 a.m.). Un colega taxista se me cruza en el camino, acción que me obligó a bajar la aceleración, cuando de pronto noto una cola que se meneaba delante mío: ERA UN FIRULÁIS delante de mi “Negrito” (¿?)

Al pobre can se le notaba cansado a juzgar por la lengua que llevaba fuera. No dejaba de correr tras el taxi y cuando éste se detenía de inmediato se ponía en dos patitas tratando de que su dueño lo viera. El distraído y supuesto dueño que iba conversando más estaba concentrado en su celular que en la pobre mascota que estaba persiguiéndolo.

Cambia la luz a verde y de nuevo el perrito emprende la carrera tras el taxi. Ya iban seis cuadras de correteo así que no soporté más y aceleré, lo cruzo al colega y le grité al pasajero de atrás: “Oye, amigo, tu perro te está siguiendo. ¿No te da pena?”. Tal fue mi grito que de inmediato dejó su celular y sacó la cabeza para ver si era cierta mi información.

En efecto, el pobre perrito ya no daba para más, su supuesto dueño palmoteó el hombro del chofer pidiéndole permiso para subir al perrito. El desesperado animalito subió en un triz y empezó a verse una tremenda cola sacudirse fuera de la ventana, pero esta vez de felicidad.

El coleguita dio vuelta en “U” y me imagino que fueron a dejarlo a la fiel mascota.

Sábado (11 a.m.) En estos tiempos ya resulta normal ver tantas motos en las pistas de Lima.

Avanzando tranquilamente por el carril derecho me percato que dos motos iban muy pegaditas y avanzando casi a la misma distancia. Ambos motociclistas iban conversando de lo más normal.

No sé cómo fijo mi mirada en sus pies y observo que uno de ellos tenía su pie derecho reposando en el pedal de la otra moto.

En principio me pareció una cosa media rara que haga eso pero así son estos jóvenes (a veces les gusta hacer piruetas fuera de lo normal). Nos dio la luz roja y ambos seguían conversando.

Cambia la luz a verde y de nuevo el joven de la izquierda levanta su pierna y empuja la otra moto con pasajero a bordo: ¡LO ESTABA REMOLCANDO!

Quizás se habría quedado sin batería o sin combustible, pero era tal la pericia de remolque que me quedé asombrado.

Había tráfico en la zona, pero ello no fue óbice para que este par de amigos siguieran con su afán de llegar a algún grifo y/o mecánica para superar su falla.

Dos historias que se dieron el mismo día y que no deja de sorprender… Sigo en la vía.

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