EL OTRO “NEGRITO”

Esta pandemia se ha llevado a uno de mis amigos, mi estimado Erick, conductor de un auto idéntico a mi “Negrito” además de buen vecino. Partió sin darme la oportunidad de despedirme.

Erick era un esforzado comerciante que repartía su mercadería a diversos puntos de Lima a bordo de un camioncito blanco, aparte de su “negrito”. Tenía dos jóvenes ayudantes para realizar esta sacrificada tarea.

Cuando empezó la emergencia sanitaria y se impusieron las medidas restrictivas de movilidad, Erick tuvo que dejar el reparto y solo se dedicaba a movilizarse particularmente en su auto “negrito”.

Era un joven muy divertido. A nivel de la cuadra era solo con él con quien compartía amenas charlas y siempre terminábamos hablando de autos, que era lo que a los dos nos apasionaba. Sabía mucho de mecánica y era muy curioso, prácticamente un enciclopedista automotriz. No había pieza del auto que no conociera.

En una ocasión impactó sin querer a mi “Negrito” al retroceder su camioncito, lo cual produjo una rajadura en mi faro posterior. Él de inmediato compró un repuesto completo y lo instaló utilizando diestramente las herramientas para este menester. Asunto arreglado.

Nos hicimos grandes amigos y siempre, pero siempre le gustaba acercarse a mi auto para ver cómo lo mantenía. Lo tocaba y me recomendaba sitios donde podría tunear (embellecer con piezas muy modernas a mi carrito).

Se notaba que engreía a su auto de la misma marca que el mío y del mismo color. Recuerdo que en alguna ocasión mi nieto, al intentar subir al carro, se confundió creyendo que él auto de Erick era el mío.

Por las noches se asomaba por su ventana y desde allí divisaba su nave. Siempre compartíamos bromas y experiencias ocurridas en la vía.
Una vez que se abrieron las fases, él volvió a la distribución y trabajó a brazo partido. Su “Negrito” volvió a las pistas, pero lamentablemente se contagió de esta mortal enfermedad que socaba cruelmente a las familias. No pudo con la batalla y partió a la eternidad, dejando su auto negrito afuera de casa. Yo no pude contener las lágrimas al ver aquel auto que solo él manejaba, aparcado afuera de casa.

Hoy, el auto de Erick es manejado por otra persona. Ya no es lo mismo. Cuando pasa por mi lado simplemente me llena la nostalgia.

Gracias Erick por todos los momentos compartidos. Gracias por tus consejos y por siempre impulsarme para mejorar los cuidados de mi “Negrito”.

Solo es un hasta pronto amigo mío y desde ese lugar privilegiado donde te encuentras sigue iluminando mis travesías que las comparto contigo porque eres y seguirás siendo el buen chofer que conocí y que me honro en mantener en mi lista de amigos. Tú no estás muerto, solo estás en un viaje de largo retorno…. Sigo en la vía.

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