CUESTIÓN DE FE

Hoy quiero compartir una anécdota que gráfica nítidamente que todos tenemos un ángel de la guarda que nos protege.

La mayoría conocemos la céntrica Av. La Colmena, aquella que está ubicada en el Cercado de Lima y que intersecta con el Jr. Chancay. En este capitalino lugar se ubica la Iglesia La Inmaculada, al costado de la Universidad Nacional Federico Villarreal.

Una mañana caminaba muy entretenido conversando con una compañera de estudios acerca de una tarea que nos habían dejado en la universidad. La conversa estaba tan amena que nos distrajimos cuando nos disponíamos a cruzar el Jr. Chancay.

Les confieso que en ese momento fue como si una persona me hubiera jalado el hombro antes de avanzar y decidí detener mi marcha así como la de mi compañera de estudios. Ella se mostró sorprendida cuando le crucé el brazo para impedir su avance y fue en aquel instante que me miró algo asustada.

En ese momento me di cuenta que estaba delante del frontis de la Iglesia La Inmaculada y la cogí del hombro para que gire y justo esté mirando aquel templo.

Lo increíble fue que ambos nos hicimos la señal de la cruz mirando el pórtico de la Iglesia. Fueron instantes vitales. En esos momentos escuchamos el chillido de la frenada de un microbús repleto de pasajeros que al parecer se le vaciaron los frenos y embistió a un grupo de personas que estaban viendo los periódicos en un quiosco.

La escena fue terrible, sobre todo cuando vi que por el lado del parachoques del ómnibus una señora salió despedida por los aires a la vez que gritaba de dolor a todo pulmón mientras se notaba el chisporroteo de sangre. Otros fueron expulsados varios metros y quedaron desmayados.

Finalmente el ómnibus pudo detener su alocado recorrido cuando se empotró sobre otra unidad de servicio público.

En esos momentos todo era grito y alboroto, confusión y caos general. Llegó la policía de tránsito y mi compañera de estudios empezó a llorar de pánico. Tuve que consolarla y alejarla del lugar.

No sabía que fuese tan sensible. Salimos despacio mientras se escuchaban los silbatos de varios policías que acudían en auxilio de los heridos. Gracias a Dios, el gesto de detenernos, girar y persignarnos nos salvó la vida. Solo dos pasos más y éramos los primeros en ser arrollados.

Ese hecho lo recuerdo cada vez que llega mi cumpleaños y hoy es la primera vez que lo hago público. Los ángeles de la guarda existen… Sigo en la vía.

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