LA VIOLENCIA NO ES UN CHISTE: COMBÁTELA

Por Rolando Donayre

Reír es el mejor remedio ante las situaciones difíciles que nos coloca la vida. En ese acto risueño, muchas veces involuntario, relajado y desestresante, nuestra mente se libera de muchas tensiones y problemas que acumulamos a diario.

Y cómo no iba a ser de esta manera si los peruanos somos personas que reímos a pesar de las malas noticias. Como dicen los comediantes en los buses: “el que no ríe está catalogado como un muerto viviente, por ello, si te enfermas, ríe. Si te atropella un carro, ríe, y si te engaña tu mujer, también ríe…”, eso nos recomiendan estos filósofos de la calle.

Depende de usted seguir o no este consejo casi proverbial, sabiduría práctica, elaborado en esta -digámoslo en términos cantinflescos – “universidad de la vida”.

Uno de los vehículos más usados y efectivos por los peruanos son los chistes. Son estos relatos con pimienta y comino los que camuflamos en nuestras reuniones con familiares y amigos, y los compartimos con el objetivo de alegrar nuestros encuentros sociales.

Son estas historias hilarantes, las cuales muy orondos y despreocupados comunicamos y viralizamos muy alegres con nuestros pares. Y lo hacemos de manera inconsciente, dando por sentado que el contenido de nuestro mensaje es plausible por donde se le mire. Ellos incluso nos dan cierta aura de prestigio ante los ojos de nuestros iguales.

Sin embargo, algunos chistes validan actos de violencia que todos debemos repudiar en el más fuerte de los tonos.

Estos reafirman vez tras vez y con humor malsano situaciones tales como la violencia contra las mujeres y los niños, de cómo se les pega, de cómo se les engaña. de cómo se les ridiculiza, de cómo se les discrimina.

Parece increíble, pero estos contadores de chistes con sus mensajes subrepticios son los más efectivos pedagogos de nuestros tiempos y perpetúan situaciones de injusticia.

Por ello, sin quererlo, cuando usted se ríe de estos tipos de chistes, entonces se convierte en cómplice de muchos feminicidas, o de violadores de niños, o de acosadores de mujeres, o de los que hacen tocamientos indebidos en los buses.

No nos equivoquemos más. La risa es buena en gran manera y los chistes bien usados alegran los oídos y mejoran nuestros ánimos. Hay que recordar que el fin no justifica los medios.

Por ello, y ahora conociendo las consecuencias de esta mala costumbre, todos como sociedad debemos decidir con responsabilidad si vamos a tolerar o no una perversión con consecuencias desastrosas.

Es posible que ante nuestro rechazo luego nuestros familiares y amigos nos cataloguen de “aguafiestas”, pero ese es el precio que debemos pagar para construir un futuro sin violencia. Es tiempo de cambiar, aunque a la mayoría le parezca que burlarse a costa del otro forme parte de esa mal llamada “NORMALIDAD” a la cual nunca más tenemos que regresar.

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