Pisada y jalada

Pisada y jalada

Un cordial saludo a los integrantes de la promoción 82 del Colegio Emblemático Gran Amauta de SMP, sobre todo para los peloteros domingueros que corren la cancha, tratando de mantenerse en forma.

Domingo (18.20 p. m.) Al caer la tarde, paso por una esquina de lo más tranquilo, escuchando música al interior de mi “Negrito”, cuando en eso veo que un obrero de gorra roja soltó algo de las manos, originando un gran chasquido y enfiló su mirada hacia mí.

Yo no sabía lo que estaba pasando, cuando de pronto noto que el señor se me acerca a reclamarme que estaba pisando el material de construcción que llevaba jalando. En ese momento caigo en cuenta que al pasar mis llantas había provocado que unas varillas de fierro se le suelten de las manos y eso fue lo que provocó el enojo del obrero. En realidad ni cuenta me di. Avancé un poco para que el reclamante jalara sus varillas y con un gesto de las manos le pedí disculpas y seguí mi camino, superando el impasse.

Aquel día sucedió otra cosa curiosa. Una señora que portaba dos bolsas en las manos llenas de verduras hacía señas para que un ómnibus de la Av. Faucett se detenga… la pobre mujer corrió hasta el paradero a fin de alcanzar la unidad pero fue en vano: estaba correteando a otro ómnibus de la misma línea. ¡Un desastre!

Esta evidente escena de desesperación me conmovió, al punto que me olvidé que aún seguimos en pandemia y opté por alcanzar a la señora que hacía gestos de lamento por perder la unidad de transporte.

Me adelanto y le pregunto a la dama: “Señora, ¿no quiere subir para alcanzar a su transporte?”. Dado que siempre porto un notorio cartel de PRENSA en mi parabrisas, fue lo primero que le inspiró confianza a la angustiada señora, que asintió con su cabeza y subió en la parte posterior de mi “Negrito”.

Como en los mejores tiempos de carrera, en contados segundos pude dar alcance al ómnibus y le hice juego de luces al conductor. Felizmente, se detuvo y pude cruzarlo para que no avance más. La señora entendió la operación y fue corriendo a abordar su transporte.

No tuvo ni tiempo de agradecerme por lo rápido que sucedió todo. Ese domingo me sentí equilibrado con dos acciones: una mala, el de la pisada del material de construcción y la otra buena por la ayuda que pude prestar a la angustiada señora… cosas de la vida… sigo en la vía.

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