“¡MALEAS LA PLAZA!”

“¡MALEAS LA PLAZA!”

La honestidad está venida a menos, qué duda cabe, sin embargo, es necesario recuperarla por el bien de nuestra nación.

Jueves (2.30 p.m.). Retornaba de un servicio desde la Av. Benavides en Surco y a la altura del Jr. Quilca, por el Cercado de Lima, me doy con una cuadrilla de obreros que estaban cerrando una zanja de una conocida empresa de gas. Como el bloqueo estaba a la altura de mi carril no tuve otra alternativa que encender mi luz direccional para girar a la derecha. En esos momentos siento un golpe posterior que le dan a mi “Negrito”. “Pucha, me impactaron”, dije.

Paro y enciendo mis luces de parqueo no sin antes indicarle con el brazo al chofer de atrás que se detenga. Bajo de mi auto y noto que el conductor se adelanta por el carril derecho. Yo estaba alerta para subirme y corretearlo por si no quería asumir su responsabilidad, pero gracias a Dios no fue así. El chofer parqueó delante mío y bajó. Era un señor entrado en años que venía rascándose la cabeza en señal clara de asumir su responsabilidad.

Levanto mi maletera y saco un trapito, con él empiezo a limpiar la parte posterior de mi “Negrito”, evidentemente quería saber en qué zona fue el golpe. Mientras iba pasando la franela buscando la avería, el señor muy atento me saludó y directamente me pidió disculpas: “Buenas tardes, estimado, mil disculpas por lo sucedido. Asumo enteramente mi responsabilidad por haber accionado tarde mis frenos”. Yo ni lo miraba y solo seguía limpiando y limpiando tratando de encontrar dónde fue el impacto, ya que el golpe fue notorio… pero nada.

El comprobar al 100% que no hubo ningún daño, el señor solo atinó a seguir insistiendo en asumir su responsabilidad. Honestamente no hubo avería, entonces no tendría por qué reclamarle nada solo el susto y la pérdida de minutos por verificar el choque. Le dije: “No se preocupe señor, no encuentro ningún daño, siga nomás, pero tenga más cuidado para la próxima ya que choque sí hubo”. El conductor me estrechó la mano y me dijo: “Gracias, colega, la verdad que Ud. es muy honesto, pero le repito, mil disculpas por mi error”.

Con un saludo militar asentí que le condonaba toda responsabilidad. Ambos subimos a nuestras unidades y arrancamos. Al segundo escucho el grito de un chofer que había visto todo lo sucedido y me gritó: “Ta, qué lorna eres mano, le hubieras sacado billete.

Así maleas la plaza” y se fue blandiendo su brazo en señal de reclamo hacia mi actitud. Yo solo atiné a mirarlo con algo de desprecio porque con ese grito lo único que me inducía era a cobrar por algo que nunca existió… Así no se hace patria, estimados lectores. No hubo daño, no hay reclamo de pago, así de fácil.

Seguí mi camino con mi conciencia tranquila golpeando el timón de mi “Negrito” que también se sentiría feliz por la acción realizada… Sigo en la vía.

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