EN LA ERA DE LOS PICAPIEDRAS

Prometí en mi penúltima columna comunicarles en qué terminó el segundo capítulo de mi publicación “Como perder clientes” y les informo que el técnico culminó con éxito su trabajo y mi “Negrito” quedó como la chechecolé. ¡Vale!.

Viernes (9.30 a.m.). Como todos mis seguidores saben, este servidor se dedica al reparto de especies y valores. No transporto personas (salvo excepciones coordinadas con anticipación).

Una clienta de años me llama y desea que le envíe por Lima Cargo una laptop y un iphone. Había que recogerlos en el cruce de Larco con Benavides en Miraflores. Llego al punto y mi primer obstáculo es dónde cuadrar mi auto.

Realmente es bastante difícil hacerlo, pero lo conseguí. Voy al local para recoger la encomienda, todo bien, protocolos estrictos. En 10 minutos realicé todo el proceso. Una atención muy prolija. El siguiente objetivo era enviar estos aparatitos tecnológicos a Cajamarca vía Lima Cargo.

En medio de un cargado tráfico llegó a la Faucett y busco donde cuadrar mi “Negrito” de manera segura, felizmente encontré un lugar con vigilancia. Allí empezó la odisea. Luego de una larga fila de personas, llego a la ventanilla y el primero punto es: TODO PAGO ES EN EFECTIVO. Nada de Yape, transacciones, etc. Todo es al cash.

Había que salir de aquel inmenso local para ir a un cajero, felizmente conseguí uno donde una amable señorita me entregó el dinero y me cobró comisión por el servicio. ¡Plop! Retorno al lugar para continuar con el envío y anuncian que NO HAY SISTEMA. Grrr.

Lo que calculé tardaría 30 minutos (en comparación con los 10 minutos en Miraflores) se transformó en 2 horas, sí estimados amigos, 2 horas en demoras infinitas.

Una sola señorita atendiendo dos ventanillas, toda sofocada y dentro de un ambiente pequeño donde todos los clientes esperaban su turno de manera manual, a puro grito y algunos de pie.

Encima tuve la mala suerte que cuando me tocó mi turno para pagar, un empleados de la oficina estaba coqueteando con la señorita que me estaba atendiendo. Allí sí exploté.

“Por favor, joven, no distraiga a la señorita, se va a confundir con mi trámite”. Me miró el sujeto con desprecio y se fue.

“Señorita por piedad, ya llevo dos horas en este lugar y tengo que hacer otros trámites”. La señorita me pidió disculpas y continuó. Nuevamente se aparece el empleado quien mudo le entrega un fajo de documentos.

Al verme se fue rápido y continuamos con la fotocopia de boleta y todas esas cosas que con tecnología se puede acelerar. Una lástima que Lima Cargo esté en la época de la caverna con todos los ingresos que tiene a diario. ¡Yabadabadúu!

Felizmente como era viernes, cerca al Día del Trabajo, la empresa donde laboro había organizado un suculento almuerzo que me cayó a perillas para poder pasar el mal momento que viví en Lima Cargo… Barriga llena, corazón contento… ¡Ah!, mi clienta cajamarquina se portó divinamente con el pago del servicio… Sigo en la vía.

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