ASÍ SE PIERDEN CLIENTES (1)

Muchos conocen mi forma de pensar y actuar. Me gusta la responsabilidad de la gente trabajadora y su optimismo en no dejarse amedrentar por los obstáculos que se le presentan en la vida. Aquí una anécdota sobre el tema.

Jueves (09 a.m.) Hace unos días venía observando que mi “Negrito” presentaba una avería por la zona derecha del parachoques delantero. Como a mí me fascina ver a mi auto en perfecto estado decidí llevarlo a un técnico.

Llego y felizmente encuentro al técnico. Le explico en qué consistía la avería y me aseguro que no le tomaría más de 20 minutos el recolocar unos sujetadores que se habían descolgado.

Le dije: “Oye mano, no te voy a dar 20 minutos, sino dos horas para que quede bien”. Le dejé mi llave en señal de confianza (claro que mi auto tiene tres sistemas de alarma) y me fui a avanzar con otras labores.

Regresé al cabo de 4 horas con la seguridad que ya estaría solucionado el problema. De mi casa al técnico habían unas 15 cuadras, pero ni modo… caminar hace bien.

Ya cuando estaba a dos cuadras del taller, veo a mi “Negrito” cuadradito a un costado. Era un lugar que yo no lo había dejado, lo bueno es que estaba bajo sombra.

Pensé: “Ajá, seguro que ya acabó y lo está dejando a un lado para que seque. Gracias a Dios que este técnico es cumplido”, seguí alentándome… lamentablemente no sucedieron así las cosas.

Casi a tres metros del taller me acerco a inspeccionar la zona del auto que supuestamente ya había arreglado y NADA, repito, NADA DE NADA.

Cuando voy a la oficina del técnico ya con otro ánimo, confirmo que no estaba.

Le digo a un planchador del costado sobre el técnico y me responde: “Uy, maestro, ha salido con un cliente, seguro que ha ido a tomar sus aguas”.

¿Usted, cree, maestro? –le pregunté, porque se hacía increíble que un técnico fuera tan irresponsable.

“Ayayay, mister. Ud. sabe que el sol está fuerte y hay que mojarse”… ¡Plop!

Esa justificación solo pudo provenir de una persona que también está acostumbrada a ese tipo de tácticas de maltrato al cliente. Avanzo por la cuadra que más o menos me había explicado el planchador y, en efecto, lo encuentro bien sentado en una mesa al costado de un devorado cebiche y con una cerveza a medio concluir.

No quiero escribir las palabras de reclamo que le proferí, fueron tantas, que hasta el mozo me detuvo porque estaba alterando la calma del lugar. El técnico simplemente sacó la llave de mi “Negrito” de su bolsillo y me dijo de forma escueta: “No lo voy a hacer y punto”… (Esta historia continuará)

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