APRENDIENDO DE LOS ESTOICOS

Al revisar la historia de la edad antigua, me refiero a la época de los griegos, podemos observar que las preocupaciones del hombre no han variado mucho, quizás ahora disponemos de mayor tecnología para estar comunicados o hemos tecnificado procesos, pero la preocupación por encontrar la felicidad, la paz interior o la trascendencia de la vida siempre ha estado presente en la humanidad.

Hoy me gustaría compartir algunas enseñanzas de una escuela y doctrina filosófica llamada estoicismo. La escuela estoica fue fundada por Zenón de Citio hacia el año 301 a. de C. en Atenas. Su nombre proviene del griego Στωϊκός (Stoikós), derivado de στοά (stoá), que significa ‘pórtico’ o puerta, de donde derivo su nombre, porque acostumbraban reunirse en un pórtico de la ciudad. La historia señala que fue una de las escuelas filosóficas helénicas de mayor influencia. Su período de auge se registra entre el siglo III a. de C. y el II d. de C. Su debilitamiento coincidió con el auge del cristianismo.

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El estoicismo tenía como propósito alcanzar la felicidad y la sabiduría mediante el dominio de las pasiones que perturbaban la vida. Su ideal era lograr la imperturbabilidad y cierto grado de independencia del mundo exterior, a través del carácter (le llamaban virtud) y la razón. Esta doctrina fue influida por otra escuela denominada los cínicos y por Heráclito, filósofo griego que enseñaba que la vida es un constante fluir, es decir, lo único constante es el cambio. Su frase era “una persona no puede bañarse dos veces en un mismo rio, porque ya las aguas del rio no son las mismas”.

Epícteto, uno de los filósofos más representativos de esta escuela, en sus escritos nos muestra el principio central del estoicismo y lo expresa como:

Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”.

Este principio fue conocido como la dicotomía de control, y en esencia permitía discernir entre las cosas que tenemos control, las cosas que tenemos influencia y las cosas que no tenemos control. Reconocían que hay muy pocas cosas sobre las cuales los seres humanos tenemos o ejercemos control. Lo primero que enseñaban era diferenciar bien estas tres cosas:

  • Lo que, si tengo o ejerzo control: son mis decisiones y comportamientos, por ejemplo, elijo comer sano o no; elijo angustiarme o deprimirme o no. Es decir, solo ejerzo control sobre mi persona.
  • Lo que tengo influencia: aquello en lo que puedo aportar un poco de control, pero que posee una parte que escapa o es ajeno a mi control, por ejemplo, ganar un partido de fútbol, los jugadores pueden poner su máximo esfuerzo y ganas posibles, pero el resultado final del partido no depende solo de ello. Existen muchas otras variables que influyen en el resultado final del partido de fútbol.
  • Lo que no tengo control: todo lo demás, por ejemplo, una puesta de sol, una llovizna de verano

Los estoicos se centraban principalmente en lo que podían controlar, es decir en sus decisiones y comportamientos personales, y en lo que podían ejercer influencia, como poder su máximo esfuerzo en una labor, pero sabían que los resultados finales no dependían de ellos. Quizás todo esto que te he contado te puede parecer muy lógico y simple, y claro lo es. Ahora me gustaría preguntarte eres consciente de ¿cuántas veces te has encontrado preocupado y enfocado en cosas que no controlas? Sin embargo, le prestas atención y reduces tu atención a lo que si controlas. Pongamos un ejemplo, ahora en la cuarentena quizás estés preocupado si la empresa donde trabajas cierra y pierdas el trabajo, y por ello te sientas angustiado. El cierre de la empresa no está bajo tu control, angustiarte y preocuparte por ello no te ayuda. Sin embargo, lo que sí está bajo tu control es elegir otra actividad que puedes realizar para generar ingresos.

Para los estoicos lo más importante de la vida era desarrollar el carácter, o, mejor dicho, trabajar en nosotros mismos y volvernos mejores cada día (como un proceso de mejora continua personal). Para ellos, el trabajo personal debía centrarse en lo siguiente:

  1. Sabiduría: entendido como conocimiento para saber lidiar con situaciones complejas de la mejor manera posibles.
  2. Valor: hacer lo correcto en cualquier circunstancia
  3. Justicia: tratar a todos los seres humanos con amabilidad, independientemente de su situación o clase social, y ser justo en su actuar.
  4. Humanidad: ayudar e intervenir en acciones orientadas al bien común para prosperar como sociedad
  5. Templanza: ejercer moderación y autocontrol en todas las áreas de la vida.

Para desarrollar carácter utilizaban técnicas como la observación constante, el diario de retroalimentación (feedback) y la preparación de inicio de día para practicar esos rasgos del carácter que tenían menos desarrollados. Solían ponerse algún referente que tuviese esos rasgos del carácter desarrollados, como era el caso de Sócrates, aunque eran conscientes de que llegar al nivel de “sabio” era prácticamente una utopía y nunca se llegaba a alcanzar “la perfección”. Estas técnicas le permitían adoptar el papel de aprendices y querer estar siempre en mejora constante.

Desarrollar estos rasgos del carácter era su propósito principal en la vida y ponían todos sus esfuerzos en desarrollarlos tanto como podían. El hacer crecer esos rasgos del carácter, que lo llevarían a una vida de plenitud y sabiduría, era lo único en lo que centraban todos sus esfuerzos. Eso no significaba que los estoicos ignorasen todos los demás aspectos y cosas de la vida. Reconocían que el dinero facilita la vida, que poseer una buena salud te da algunas ventajas y que no tener enemigos es preferible que tenerlos, pero todo esto les parecía indiferente o sin importancia.

Eran conscientes del carácter fugaz de la vida y de la relatividad de las cosas, lo que hoy es malo, mañana podría ser bueno y viceversa. Además de ser cosas sobre las que no tenían un control absoluto. Entonces, a excepción del desarrollo del carácter que SÍ era importante, clasificaban todo lo demás como indiferente, pero con dos matices: indiferentes preferidos e indiferentes no preferidos.

Los indiferentes preferidos, son cosas como el dinero, la salud, buenos amigos, una excelente reputación, entre otros. Son cosas que si están en tu vida no las vas a rechazar, la disfrutas pero que no deben quitarte el sueño si desaparecen, ya que no son importantes y además no están bajo tu control. Por citar algunos personajes representativos de este pensamiento, tenemos a Marco Aurelio, emperador de Roma, disfrutaba de la riqueza, pero tenía claro que, si desaparecía, su plenitud de vida no debería cambiar en lo más mínimo.

Los indiferentes no preferidos, son aquellas cosas que no son importantes en la vida pero que es preferible no tenerlas cerca. Por ejemplo, la enfermedad, los enemigos, la pobreza, entre otros. S bien no son importantes y no enfocamos nuestro esfuerzo en ellos, pero si podemos evitarlos o suavizarlos para tener una vida plena.

Resumiendo, podemos tomar tres grandes aprendizajes si resonamos con ellos:

  1. Enfocar nuestros esfuerzos en lo que tenemos control, es decir, en nuestras decisiones y comportamientos, orientados a desarrollar carácter; y aceptamos aquello que no tenemos control.
  2. Ejercitamos día a día nuestro carácter, para ser mejor ser humano (mejora continua).
  3. Diferenciamos lo que es importante (desarrollo de carácter), y practicamos la indiferencia en todo lo demás.

Carmen Lescano Silva

Profesora de Yoga, Ayurveda,

Coach ontológica.

[email protected]

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