3 POR 1

La emergencia sanitaria me impulsó a dedicarme solo al reparto de mercaderías entre distintos puntos, pero hoy la situación económica me obliga a abrir el espectro, claro está, con todos los protocolos que exige esta dolorosa pandemia.

Viernes, 7.00 a.m.: Tenía pactado un servicio para llevar al papá de una compañera de colegio a su vacunación al Real Felipe del Callao a las 11.00 a.m.

Tenía tiempo suficiente para poner a punto a mi “Negrito” en cuanto a su desinfección y así sucedió. A golpe de las 8.00 a.m. me llaman para llevar una encomienda hacia la Sierra. Les confieso que estuve un tanto desanimado de aceptar este servicio por cuanto me iba a complicar con el servicio que ya tenía pactado. Aún así algo me impulsó a aceptar esta nueva misión.

Voy al punto de recojo y el cliente me indica que está mal de las rodillas. Era lógico que quien tenía que cargar la caja era yo, felizmente no pesaba mucho, lo cargué y coloqué en la respectiva maletera. Fuimos a la agencia a la cual llegamos con puntualidad.

El mismo cliente me pregunta si lo podía llevar a su casa. El punto estaba algo cercano así que también acepté este segundo traslado al verlo que caminaba con dificultad en la agencia de transportes. Claro, siempre mirando el reloj para no quedar mal con el papá de mi amiga. Este detalle fue observado por mi cliente que me pidió disculpas por el súbito pedido.

Lo llevé a su casa y luego de cancelar el servicio me pide que me espere. Ingresa a su casa, se tarde 1 minuto y sale con dos baldes de pintura nuevos.

Me dijo: “Mira Carlos, me ha sobrado esto y no quiero que se pierda”. A pesar de mi negativa, él insistió en que acepte el regalo. Al final cedí.

Pasado este emotivo momento me fui directamente a recoger al padre de mi amiga para su vacunación. Con mis baldes de pintura ganada por cargar la dichosa caja, iba pesando en las sorpresas que brinda la vida. La verdad, estimados lectores, estoy habilitando un cuarto y estaba por comprar precisamente eso que me acababan de regalar.

Cumplí con el servicio en el Real Felipe y retorné a mi casa algo cansado pero feliz. Interiormente me dije: “Carlitos 3 x 1, no está nada mal. Gracias “Negrito” te mereces un premio”: una simonizada para que quedes de lujo”. Son las cosas gratas que suceden en este oficio: dos personas servidas y agradecidas.

Ahora lo que queda es pintar mi habitación y una vez concluida me acordaré de la generosidad espontánea de este cliente que ruego a Dios y a la Virgen María supere su dificultad de las rodillas… Sigo en la vía.

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